Las rocas más altas de la Tierra, las que se encuentran en la cumbre del Everest, a más de 8.848 metros de altitud, contienen una gran cantidad de fósiles de animales marinos, que vivieron hace 450 millones de años, en el periodo Ordovícico. Así lo ha comprobado el equipo dirigido por David A. T. Harper, del Museo de Historia Natural de Dinamarca.
Harper ha sido uno de los participantes en el 11 Simposium Internacional sobre el Sistema Ordovícico, celebrado esta semana en Alcalá de Henares, que ha reunido a geólogos y paleontólogos de 20 países y ha sido organizado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y el Instituto Geológico y Minero de España (IGME).
Los investigadores daneses viajaron al Tibet y ascendieron a más de 4.000 metros de altitud, hasta localizar el nivel del Ordovícico. En una formación conocida como Qomalangma encontraron un gran número de fósiles de branquiópodos, cefalópodos, conodentes y restos de equinodermos inmóviles. Este nivel, según explicó Harper, se correlaciona con la cima del Everest.
La gran variedad de branquiópodos localizada en la región ha permitido conocer con más detalle estos especímenes en el Ordovícico y conocer que a mediados de este periodo hubo una especie de ecosistema tropical en el Tibet, que entonces eran los márgenes del gran continente Gondwana.
El Ordovicico, que acabó hace 440 millones de años, es un periodo geológico en el que el día tenía 21 horas y no había animales en tierra debido a la escasez de oxígeno en la atmósfera. Fue el momento en el que se formaron los yacimientos de petróleo y gas en muchas regiones.De aquella época, los que más abundan son los fósiles trilobites.
En el transcurso del congreso, los geólogos han presentado más de un centenar de trabajos científicos que ayudan a conocer cómo era la Tierra: los glaciares, el magnetismo, el vulcanismo, etcétera.
También han visitado las minas de Almadén y el Parque Nacional de Cabañeros, donde se han localizado huellas de invertebrados gigantes.
El Parque Nacional de Cabañeros tiene una extensión de 40.586 hectáreas entre las provincias castellano-manchegas de Ciudad Real y Toledo y debe su nombre a las chozas utilizadas tradicionalmente por pastores y carboneros como refugio temporal de sus labores en el campo, "principalmente la extracción de carbón vegetal, el pastoreo y la agricultura de subsistencia".
Además, da cobijo a "una importante variedad de aves y mamíferos", entre los que destacan la presencia de águilas imperial y real, el buitre negro, el ciervo, el corzo y el jabalí.
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